Las rabietas, ¿se pueden superar? Algunos niños son más dados a las rabietas que otros, como si tuvieran la mecha más corta. Quizá sea parte de su carácter. Si el tuyo es de los que estalla en uno de esos espectaculares numeritos de suelo, este artículo te puede resultar útil.
Las rabietas se producen cuando el niño choca de frente contra el mundo y éste no esquiva el golpe. La pueden desencadenar muchas cosas distintas, pero la verdadera causa es siempre algún tipo de frustración.
¿Cuál es el motivo que desencadena las rabietas?
Tu hijo descubre que no puede hacer algo que quiere hacer, porque no dispone aún de las aptitudes necesarias. Algo no le sale como esperaba, se le impide hacer algo que en ese momento le apetece, pretenden que haga algo que él no quiere… O sencillamente llega al límite de su aguante emocional.
Independientemente de cuál sea la razón, se enciende la mecha y todo explota. Por si no bastara con las rabietas en el suelo del salón, éstas también pueden producirse en lugares «menos oportunos». En el supermercado, en el coche, en casa de unos amigos, delante de los abuelos…
Puedes minimizar la frustración que experimenta tu hijo a esa edad (las rabietas suelen darse entre los 18 meses y los 3 años), pero no puedes deshacerte de ella por completo. Esa frustración que tu peque siente, forma parte de su proceso de aprendizaje. Y tu hijo se encuentra en una etapa en la que está deseoso de aprender.
Las técnicas de implicación (involucrar al niño en las tareas que tú haces) y otras estrategias similares pueden resultar útiles para acabar con una rabieta, aunque no siempre.
Lo que NO deberías hacer, cuando la rabieta ya haya empezado, es ceder. Ceder ante una rabieta es la mejor forma de garantizar que después de ésa, vendrán muchas otras más. Si cedes, le estás demostrando que la estrategia funciona.
Cuando el niño se encuentra en medio de una rabieta en toda regla, la situación puede parecerte aterradora. En realidad, tanto para ti como para él, lo es. Tu hijo ha perdido literalmente los papeles y se ve invadido por sentimientos de ira.
Algunos niños corren, gritan, otros se tiran al suelo, dan patadas y chillan… Hay otros que tiran las cosas por los aires o incluso hacen mención de pegar a sus padres. Algo horrible, ¿no?
Las rabietas pueden resolverse o minimizarse
- Lo primero es asegurarse de que el niño no se hace daño. Ni hace daño a otras personas o rompe cosas.
- Procura mantener la calma (es difícil, lo sé). Tu enfado sólo empeorará la situación. Si no tienes la seguridad de poder contenerte, aléjate un poco por un momento del lugar del conflicto. Lo peor que puedes hacer es devolverle la rabieta.
- No intentes razonar con el niño en pleno conflicto. En esos momentos no te oye (ni quiere hacerlo).
- A algunos niños se les pasan antes las rabietas si se les abraza fuerte (aunque con otros puede no funcionar).
- Si sucede en casa, sal por unos instantes de esa habitación. Antes, asegúrate de que no va a hacerse daño ni va a romper nada. A veces, ignorar su comportamiento puede dar buenos resultados.
Estrategias disuasivas
Los niños pequeños se encuentran en una fase en la que son muy impulsivos e inquietos. A esta edad, las técnicas de implicación y estrategias similares pueden funcionar bien.
Si lo ves venir y puedes evitarlo, te ahorrarás conflictos innecesarios y agotadores. A continuación te dejo algunos valiosos consejos:
- Asegúrate de que tu hogar es seguro y está libre de tentaciones. ¿Tenéis objetos valiosos, peligrosos o importantes en casa? Mantenedlos fuera del alcance del pequeño. De este modo no desperdiciarás tiempo y energía intentando que no los toque.
- Trata de averiguar qué horas del día son las más difíciles. Después, intenta mejorar las cosas modificando la rutina. A veces es suficiente con adelantar una comida media hora, que aguantar todos los días media hora de lloros.

- Piensa y observa qué actividades le disgustan más a tu hijo. Por ejemplo, si tus intentos por lavarle el pelo suponen una explosión de furia que os desmonta la rutina del sueño, modifica el horario. Probablemente seguirá siendo un problema, pero por lo menos serás tú quien decida cuándo hacerle frente.
- No esperes que tu hijo caiga rendido inmediatamente después de un rato de juego bullicioso. Después de haber estado trotando por el parque, necesitará un tiempo para tranquilizarse.
- No pases de una actividad a otra de forma precipitada. Es mejor ir advirtiendo al pequeño de vez en cuando de lo que vendrá después. De este modo, tendrá tiempo de ir haciéndose a la idea.
- Si ves que un juguete o juego ocasiona siempre disputas, prescinde de él por el momento. No merece la pena que se convierta en una manzana de la discordia cotidiana.
- No busques la perfección, porque ésta no existe. Tampoco tengas expectativas poco razonables con respecto al comportamiento de tus hijos. Ten siempre claro lo que puedes esperar.
- Si ves que se avecinan problemas, busca una distracción o una disuasión. Llama su atención sobre algo interesante ajeno al conflicto. ¿Has visto ese pajarito en el jardín? ¿Qué crees que está haciendo? También puedes invitarlo a que te ayude en una tarea doméstica. O enseñarle los dibujos de un cuento y mirarlos con él.
Atención a las palabras
Tu pequeño capta muchas pistas. Tiene un entendimiento limitado en muchos aspectos, pero sabe leer entre líneas. Tu tono de voz y tu lenguaje le dicen mucho. Además, la forma en que expongas las cosas también puede afectar al modo en el que los niños respondan.
A veces, podemos ahorrarnos muchos problemas escogiendo bien las palabras con las que nos expresamos. Todos deberíamos pensar antes de hablar. No le supliques a tu hijo: pídele las cosas y díselas con educación.
Un niño de dos o tres años no está en situación de elegir entre seis, ocho o diez opciones. Ni siquiera los más mayores (de 4 a 5 años en adelante) pueden hacer frente a tantas opciones o decisiones.
En ocasiones a los padres nos cuesta decir a nuestros hijos lo que deben hacer. Nos parece que eso nos convierte en dictadores, cuando queremos ser unos padres cariñosos. Por eso, en lugar de decir al niño lo que debe hacer, tendemos a ofrecerle un montón de opciones. Creemos que así seremos más amables y considerados.
Muchas veces les ofrecemos muchas alternativas como recurso para evitar una rabieta. Por ejemplo, el pequeño se resiste a que lo vistas. Tú lo interpretas como que no quiere ponerse los pantalones azules. Entonces le preguntas «¿Prefieres ponerte los verdes? ¿No? ¿Y los rojos?». Lo más probable es que acabes repasando todo su vestuario y el niño siga sin pantalones.
El que no le permitas elegir tantas opciones no significa que tengas que actuar de manera brusca. Tampoco escupir órdenes a diestro y siniestro, como un sargento. Yo también caigo muchas veces en ese error.
Y en realidad, podemos transmitir ese mismo mensaje a los niños con una serie de indicaciones claras. Buscando su implicación y motivación. «Vamos a poner los calcetines. Te los puedes subir tú… Muy bien, ponte los zapatos, a ver cómo lo haces…»
Y después de las rabietas…
Una vez que haya pasado el chaparrón… a otra cosa. Aunque estemos todavía con el «mosqueo» del mal rato que nos ha hecho pasar. En el momento en el que deje la rabieta le acogemos y damos por zanjado el tema sin hacer comentarios sobre lo que ha ocurrido.
Muchas veces los padres nos olvidamos de elogiar los buenos comportamientos. Por este motivo los niños pueden acabar sacando la conclusión de que sólo se les prestan atención cuando se portan mal.
A lo largo del día hay un montón de oportunidades para decirles lo bien que lo han hecho. “¡Qué bien estás comiendo hoy!”, “¡Me encanta cuando juegas con otros sin pelearte!”, “¡Cómo me gusta que me ayudes a regar las plantas!”.
Además, dedicar a nuestros hijos un rato de atención en exclusiva, compartiendo un juego en el que ellos sean protagonistas, es la mejor inversión anti-rabietas que podemos hacer.
Y vosotros, ¿cómo hacéis frente a las rabietas de vuestros peques?
Muy buen post. Un tema super importante para las madres. Es necesario saber como reaccionar ante estas terribles rabietas.
Gracias y un abrazo.
Me alegro mucho que te haya gustado y te parezca útil. Es una etapa que al final pasa, pero es mejor saber actuar ante ella cuando surge. Muchas gracias por leerme y comentar. Un abrazo!